INFORMACIÓN ACAIP
HISTORIA DE
ACAIP |

No han
pasado tantos años (1.989), para lo que es la historia reciente de II.PP.
Desde entonces son muchos los compañeros que han ingresado en el cuerpo y
muchos también los que lo han dejado.
Para los que se fueron, nuestro recuerdo. Fueron parte de la
historia de Prisiones. Y aquello si que fue otra historia… los uniformes
verdes, un cuerpo armado, la gorra, los servicios de 24h., los motines del
77, el cambio de la población reclusa y la influencia en la misma del mundo
de las drogas, los diferentes cambios en la Legislación Penitenciaria, etc.
La historia de Acaip es mucho mas reciente y, sin embargo, parece
que han pasado muchos años, demasiados para que la memoria a algunos no les
alcance y otros simplemente no la tengan porque han ingresado después. Y
para que nadie pueda desvirtuar lo que ocurrió e inventarse lo que no fue,
Acaip guarda documentos que, como hemos hecho con tantos otros, algo que por
lo que se ve solamente hace este Sindicato, los ponemos a disposición de
todos los compañeros.
Para los que tienen memoria, si recordáis, eran años en los que las
condiciones laborales en los centros eran nefastas, tanto por la falta de
plazas y la masificación existente, como por la situación en la que se
encontraba la mayor parte de las infraestructuras penitenciarias existentes.
Y eso lo pagábamos los trabajadores en el servicio diario, pero aún así aún
había algo peor.

El trabajo diario se
realizaba con una presión continua sobre nosotros; tanto por parte de los
mandos, como de los propios internos. Y en el exterior la organización
terrorista. A muchos nos daba la impresión de que los propios gobernares de
aquel momento nos veían con malos ojos. ESTÁBAMOS HARTOS y no veíamos que
nadie hiciese nada por nosotros. Estos temas eran el pan nuestro de cada
día, sobre todo de cada noche, en los Centros de vigilancia. |
111.973 pts. cobraba en
1987 un funcionario de Vigilancia en el C.P. de Alicante
Cumplimiento. |

Pero lo peor de todo, es que, a la pésima situación en la que
nos encontrábamos todos los trabajadores en el servicio diario, se vino a
sumar el atentado sufrido por el compañero Ángel Mota, asesinado por ETA, y
con el que la mayor parte de nosotros se sentía identificado por aquellos
días. Y ya venía lloviendo sobre mojado.

Por aquellos años el propio D.G. de II.PP. reconocía en el
congreso de los Diputados que la mitad de los presos consumía droga
intravenosa, una tercera parte tenía los anticuerpos del SIDA (y por
entonces no existían los fármacos que hay hoy en día y el estado físico de
los mismos era terrible, así como la cantidad de fallecimientos que existía
por esa causa), un 60% había tenido el virus de la Hepatitis B, un 6%
padecía sífilis en alguna de sus fases y las infecciones y tuberculosis
estaban a la orden del día.

ETA nos había hecho uno de sus objetivos preferentes;
en el 83, el 14 de febrero, asesinó al médico del
Puerto de Santamaría, Alfredo Jorge Suar Muro. El 8 de mayo de 1.989 un
comando ametralló a un compañero que resulta gravemente herido en los
accesos a Meco cuando este acudía al servicio. El 13 de mayo dos miembros
del comando Donosti asesinan a Ángel Mota Iglesias, trabajaba en Martutene.
También vimos como muchos compañeros recibían paquetes bomba, dos en
Herrera de la Mancha y Daroca el 13 de marzo del 89. Ambos
paquetes habían sido entregados en San Sebastián a una empresa de
transportes urgentes escribiendo en el remite “prisión de Martutene”. Un día
después estalla otro artefacto introducido en un libro y dirigido al
compañero J.L.E. y que es abierto por dos funcionarias, una de las
cuales pierde un ojo a consecuencia de la explosión.
El 8 de abril se recibe otro paquete en la vivienda de un
compañero de Herrera de la Mancha y cuatro días le mandan una carta
bomba al Ministro (Múgica). Ese mismo día otro compañero de Alcalá Meco,
concejal del Partido Popular en el Ayto. de Torrejón de Ardoz recogió otro
paquete bomba a su nombre en la central de correos de esa localidad. En
tres días se reciben libros bomba en los domicilios particulares de varios
compañeros, uno a un compañero de Sangonera la Verde (Murcia) y un día
después, el viernes 11 de agosto a la una y cuarto de la tarde, muere la
madre de otro compañero (Conrada Muñoz, de 53 años) a causa de un libro
bomba, ese mismo día otro trabajador de Murcia recibe en su domicilio
particular un paquete bomba. El 25 de agosto se intercepta un paquete
bomba dirigido a un interno del módulo 3 de Herrera de la Mancha. Estos
hechos eran celebrados en las comunas que por entonces tenían estos internos
en diferentes centros, la mayor en Herrera de la Mancha. Desde allí se
decidía a quienes se les enviaban los paquete bomba (estas circunstancias
sería bueno que no las olvidasen los responsables de la D.G. cuando dictan
las Instrucciones sobre la recepción de correspondencia).
Se convocó una primera reunión en la Escuela de Estudios
Penitenciarios, en la que solamente participaron cinco compañeros, que
no se desanimaron por este fracaso en la convocatoria. Era algo normal pues
las cartas de la misma se habían enviado a los centros y en muchos no las
había recogido nadie. Por eso se volvió a convocar una nueva reunión en
la Escuela, el día 6 de octubre de 1.989.
Intentamos organizarnos en los centros, como se hizo en Soria, para
acudir a la reunión. Eran los primeros pasos, los primeros contactos. No
teníamos nombre (aunque lo llamásemos Coordinadora), no teníamos Estatutos,
pero teníamos mucha ilusión por sacar adelante el proyecto.

La inoperancia de los sindicatos de entonces, tal vez
por falta de preparación, porque no había control ninguno sobre ellos y
nadie les pedía cuentas, la falta de información en los centros venía
a aumentar el desasosiego que padecíamos en las plantillas por las noticias
que día tras día aparecían en prensa y las que nos llegaban de otros centros
donde compañeros recibían los paquetes bomba.
Con este panorama de inseguridad laboral y familiar (ya había
muertos entre funcionarios y familiares y teníamos la certeza de que los
internos terroristas se habían aprovechado de la confianza del trato con
algunos compañeros para sonsacarles datos que utilizaron para atentar contra
ellos y sus familias) nadie entendía que nuestros representantes
sindicales no forzasen a la Administración para obligarla a poner medidas
que garantizasen nuestra seguridad y también, por qué no, que todo lo que
estábamos pasando y padeciendo, TUVIESE UN REFLEJO EN NUESTRAS NÓMINAS.
Queríamos que se nos pagase por todo lo que estábamos pasando.
Cuando los sindicatos (CSIF, UGT y CCOO, aunque entonces había
alguno mas como la UFIP) negociaron con la Administración, lo que salió de
dicha negociación no gustó a las plantillas. Y no era de extrañar, el
acuerdo al que llegaron el 17 de agosto del 89, en materia de Seguridad y
Condiciones de trabajo fue una auténtica tomadura de pelo. Y como hay
sindicatos hoy en día que durante meses han lanzado consignas contra el
“olvido y perdón”, justo es que no olvidemos NADIE. Por eso vamos a darles
gusto y a publicar dicho acuerdo de forma íntegra, para que todos aquellos
que han ingresado años después en esta casa y también los que ya no lo
recuerdan, sepan lo que “conseguían” algunos en momentos muy duros para las
plantillas (muchísimo mas que los de ahora mil veces). Aunque mejor habría
que decir lo que no conseguían pese a la tremenda presión existente sobre la
Administración por parte de las plantillas.
Esas fechas anteriores al 89 y posteriores a él fue una época
especialmente conflictiva en todas las prisiones del País, raro era el
día que no se padecía algún secuestro de funcionarios en el interior de
los establecimientos penitenciarios; las agresiones, los motines, las
fugas, los plantes, la violencia y el caos era el denominador común de
todos los centros.
Eran fechas en la que todo
acontecimiento extraordinario en un centro penitenciario tenía como
conclusión el expediente disciplinario, el funcionario secuestrado o
golpeado sabía que, además de ser agredido, su calvario no había hecho más
que comenzar, las prisiones continuarían igual, no se tomaría
ninguna medida para evitar que se volviera a repetir el suceso, pero él, el
funcionario, sabía a ciencia cierta que iba a ser suspendido de empleo y
sueldo. Los expedientes disciplinarios eran diarios, tal era el volumen que
en algún centro penitenciario se posponían los cumplimientos de las
sanciones para que pudiera haber plantilla trabajando.

Aun siendo un cuerpo civil de la Administración del Estado,
el deje militar anterior se hacía notar, la actuación disciplinaria
hacía el funcionario carecía de actividad probatoria salvo en la forma,
puesto que en definitiva el testimonio de cualquier superior en el escalafón
era suficiente para argumentar la sanción.
El funcionario del Cuerpo de Ayudantes de Instituciones
Penitenciarias era considerado por la propia Institución como un mal a
padecer, eran fechas donde lo único bien visto era lo que sonara a área
tratamental, al resto se le colocó la injusta etiqueta de involucionista o
antisistema, y como tal esos funcionarios eran los responsables de todo
lo negativo que sucediera en los recintos penitenciarios.
En estas condiciones, que a nuestros representantes sindicales de
entonces le saliesen sarpullidos a la hora de negociar subidas económicas,
no lo entendíamos nadie. Sin embargo el proyecto que se estaba intentando
sacar adelante lo tenía bien claro, como podéis ver en el documento adjunto,
las MEJORAS ECONÓMICAS SE CONSIDERABAN MUY IMPORTANTES y no
sentíamos vergüenza al decirlo.



Eran esos primeros años de andadura,
aunque aún pasarían varios hasta que Acaip tuvo vuestro respaldo y, con él,
la fuerza suficiente para comenzar a arrancar mejoras importantes a la
Administración. Mejoras que, como podéis ver, ya por entonces las teníamos
bastante claras.

Los ánimos se venían caldeando desde hacía muchos años y ya
estábamos más que hartos del desamparo y abuso que padecíamos los
Trabajadores Penitenciarios.
El nacimiento de Acaip se estaba fraguando aquel verano del 89, en
el que mantuvimos las primeras reuniones, debatimos sobre los objetivos a
conseguir, el nombre, los primeros estatutos, que fueron enviados
al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social el 1 de febrero de 1990.


Pero eso será para otro capitulo de nuestra historia, junto con
los hechos que vivimos aquellos años.
No quiero terminar este artículo sin un recuerdo para el que fue
primer Presidente de Acaip, Dionisio I. y también para Ángel Lima,
“el abuelo” de Acaip.
Fdo. REDACCIÓN REVISTA ACAIP.
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